La hojarasca
Tenía 22 años, y dedicaba las noches a escribir, en la solitaria redacción del diario barranquillero El Heraldo para escribir esta primera novela motivada por la visión de un viejo que lleva a su nieto a ver un entierro. García Márquez le buscó editorial durante cinco años y recibió respuestas como la de Losada, de Argentina, que la devolvió con una carta del crítico Guillermo de Torre, que le aconsejaba dedicarse a otra cosa.
Cansado ya, Gabo editó La hojarasca por su cuenta en una imprenta bogotana. Están allí los primeros esbozos de Macondo, venido a menos tras la fiebre bananera. Aparecen el coronel Aureliano Buendía y otros personajes de Cien años de soledad.
El suicidio del médico francés, repudiado por el pueblo, es el eje de una narración a tres voces que recuerdan hechos ocurridos entre 1903 y 1928. Recoge los pensamientos de un viejo coronel retirado, los de su hija, Isabel, y los del nieto de 11 años. El coronel se propone sepultar el cadáver, en contra de la voluntad de un Macondo enconado, que aspiraba a dejarlo podrir en su propia casa.
La crítica local apenas sí elogió la obra. "Cuando escribí La Hojarasca -dijo Gabo sobre ella- tenía la convicción de que toda buena novela debía ser una trasposición poética de la realidad (...) mis amigos militantes me crearon un terrible complejo de culpa. 'Es una novela que no denuncia, que no desenmascara nada', me dijeron(...) Me llevó a pensar que yo debía ocuparme de la realidad inmediata del país, apartándome un poco de mis letras iniciales".
1955
El coronel no tiene quien le escriba
Por segunda vez aparece el coronel que se volvió emblemático en sus obras. Esta novela no le abrió ninguna puerta al entonces joven escritor. "Recuerdo haber tenido una copia del manuscrito y nadie advirtió sus cualidades", relató Plinio Mendoza.
Y García Márquez contaba que la imagen de un hombre esperando en una lancha en el mercado de Barranquilla fue la idea que le dio origen a esta historia, cuando años después, en París, el mismo Gabo se encontró esperando una carta o un giro que tardaba en llegar.
Al escribirla, García Márquez le dio un estilo de guion cinematográfico. La obra fue ofrecida a editoriales como Gallimard antes de Cien años de soledad. Y tuvo críticas opuestas entre lectores como Juan Goytisolo, que la elogió, y Roger Caillois, que la rechazó. Para que volvieran a interesarse en esta novela tuvo que darse primero el éxito de Cien años de soledad.
1961
La mala hora
Este pueblo de mierda fue el título inicial que García Márquez le dio a esta novela corta donde la violencia parece ser el rasgo definitivo. Los detalles más escabrosos de los habitantes se revelan todas las mañanas, pegados en pasquines, en las paredes del pueblo. El alcalde acude a la clarividente y tiene pendiente un proceso por enriquecimiento ilícito. El rencor, la muerte absurda o la amenaza de la misma son elementos presentes.
Tras su redacción durante una etapa en Venezuela, cuando trabaja en Prensa Latina, García Márquez dejó el original guardado, anudado con una corbata y sin nombre. Así se la entregó a Guillermo Angulo cuando lo instó a enviarla a un concurso, el premio de la Esso Colombia, en el que fue elegido ganador (1962). Después llegaron las peticiones de los organizadores del concurso: "por favor, cambiarle el nombre". El nuevo bautizo y la desastrosa impresión encargada a una imprenta madrileña que se tomó la libertad de podarle términos criollos y españolizar otros tantos, hizo que el autor rechazara esa edición. Solo en 1966 pudo publicarla tal como quería, con el sello editorial mexicano Era.
1962
Cien años de soledad
En junio de 1967, cuando los primeros ejemplares de Cien años de soledad vieron la luz en Argentina, García Márquez era un desconocido para el público austral que tuvo el privilegio de leer primero su obra cumbre.
El libro salió sin mucha publicidad, pese a que la editorial Sudamericana imprimió 8 mil ejemplares -inicialmente se proyectaron 3 mil-. En su primera semana, la obra vendió 1.800 unidades y a la semana siguiente las ventas se triplicaron hasta llevar a Gabo a la lista de 'best sellers' en ese país.
García Márquez, que según los críticos mexicanos era visto como un "novelista colombiano folclorizante", recibió el impacto de la celebridad gracias a la aceptación del público y su obra fue elogiada por escritores como Mario Vargas Llosa y Carlos Fuentes. Un mes después, la novela era comentada como "una de las mejores obras de ficción jamás publicadas en América".
La historia de Macondo, desde su fundación hasta la muerte del último de los Buendía rompió varios esquemas que la erigieron sorpresivamente. La crítica la llamó: "La novela de América", por ser una metáfora de la vida en el continente, de la que se resaltaba, sobre todo, su lenguaje poético y sus tintes épicos.
La idea que dio pie a la novela, fue un recuerdo de la infancia del autor en Aracataca, cuando su abuelo lo llevó a conocer el hielo. Gabo intentó escribir la historia a los 18 años, con el título de La casa y tardó 15 años en darle forma. Antes de su primera edición, el escritor ya había publicado tres novelas y el libro de cuentos Los funerales de la mamá grande.
El éxito de Cien años de soledad abrumó tanto a su autor que no lo mencionaba entre sus mejores libros. "Estuvo a punto de desbaratarme la vida -le dijo el Nobel a Plinio Apuleyo Mendoza-. Después de publicado, nada fue igual que antes, porque la fama perturba el sentido de la realidad, tal vez casi tanto como el poder, y además es una amenaza constante a la vida privada. Por desgracia, esto no lo cree nadie mientras no lo padece".
El otoño del patriarca
Cuarenta y ocho horas antes de morir en un accidente aéreo (1981), el dictador panameño Omar Torrijos le dijo al Gabo: "tu mejor libro es El otoño del patriarca. Todos somos así como tú dices".
Convencido de que no había una novela que representara la figura del dictador latinoamericano (Señor presidente, de Miguel Ángel Asturias, le parecía "pésima"), García Márquez mantuvo viva la idea de El otoño del patriarca durante 17 años. Ya en 1962 había hecho el intento y de las 300 cuartillas de entonces solo salvó el nombre del personaje.
En 1968, después del éxito de Cien años de soledad, ansioso de romper con la novela que lo condenó a la celebridad, la retomó y se detuvo porque "no estaban claros algunos aspectos morales del protagonista". La solución llegó años después, a partir de un libro de cacería, al leer sobre las costumbres de los elefantes. La publicó finalmente en 1975.
Gabo la definió "como un poema sobre la soledad del poder". Rompió con el lenguaje que había fijado en Cien años de soledad, con la sintaxis (largos párrafos sin puntos, por ejemplo), los tiempos y hasta con la historia, al unir elementos tan distantes como un barco de marines y las carabelas de Colón.
El dictador Juan Vicente Gómez y su huida de Venezuela fue una de las imágenes motivadoras. Y fue precisamente este mandatario el que marcó muchos de los rasgos del personaje garciamarquiano.
1975
Crónica de una muerte anunciada
Fue Luisa Santiaga Márquez, madre de Gabo, quien le pidió que no escribiera el reportaje sobre la muerte de su amigo Cayetano Gentile, muerto a cuchillo por los hermanos de una maestra de la escuela de Chaparral (Sucre). No debería escribirlo mientras estuviera viva la madre de Cayetano.
La razón, según Gabo en Vivir para contarla, "era de mucho peso. Dos hermanos de la maestra habían perseguido a Cayetano cuando trató de refugiarse en su casa pero doña Julieta se había precipitado a cerrar la puerta de la calle, porque creyó que el hijo ya estaba en su dormitorio".
Y el escritor tuvo que esperar 30 años para escribirla, ya no como reportaje, sino como novela. "El tema no me arrastró de veras -diría Gabo en El olor de la guayaba, entrevista con Plinio Mendoza-sino cuando descubrí, después de pensarlo muchos años, lo que me pareció el elemento esencial: que los dos homicidas no querían cometer el crimen y habían hecho todo lo posible para alguien se lo impidiera, y no lo consiguieron".
Así, Gentile se convirtió en Santiago Nassar y la maestra inspiró a Ángela Vicario, la novia devuelta en su noche de bodas por no ser virgen, por cuyo honor los hermanos Vicario tienen que matar a Nassar. La obra llama la atención por su estructura periodística y su extremo detalle.
1981
El amor en los tiempos del cólera
Fermina Daza y Luisa Santiaga Márquez Iguarán vivieron historias paralelas: Se enamoraron adolescentes y sufrieron la prohibición de ese amor por parte de sus familias. Las dos fueron enviadas a un largo viaje en el intento de que el periplo hiciera bajar la temperatura de ese amor. Ambas se comunicaban con el novio prohibido a través de la red de telegrafistas de la región.
Las dos tuvieron la posibilidad del reencuentro. Fermina, personaje de la novela, al encontrarse con Florentino Ariza, descubrió que ya no sentía nada y lo dejó. Después se casó con Juvenal Urbino.
Luisa Santiaga, en cambio, se casó con Gabriel Eligio García, a pesar de la oposición familiar. Su hijo mayor, Gabriel, tomaría prestadas las imágenes más bellas de su historia para darle vida a la inolvidable pareja de El amor en los tiempos del cólera.
La obsesión de Gabo por la vejez se ve reflejada en esta novela que comienza con la muerte de Urbino y la reaparición de Ariza ante la viuda, a la que le reitera su amor eterno. Se descubren en ella las influencias de libros como La peste, de Camus, y el Diario del año de la peste, de Defoe.
En el 2007, se estrenó la versión cinematográfica de esta historia, protagonizada por el español Javier Bardem y la italiana Giovanna Mezzogiorno.
1985
El general en su laberinto
De niño, Gabo aprendió de su abuelo que la figura más grande del mundo fue Simón Bolívar. Eso pudo ser uno de los muy tempranos antecedentes de este libro.
Por la historia de su gestación, podría decirse que El general en su laberinto iba a ser escrita por Álvaro Mutis, pero echa al fin por García Márquez.
El autor de la saga de Maqroll llevaba su tiempo estudiando a Bolívar y había escrito el cuento El último rostro, en el que relataba los últimos días de Bolívar visto por un general polaco. De ahí iba a partir Mutis para escribir la novela, pero no la continuó.
Un día, cuenta el poeta Juan Gustavo Cobo Borda, desesperado porque Mutis no escribía la novela, Gabo le preguntó si la iba a hacer al fin y ante la negativa de su amigo, el Nobel dijo que quería hacerla. Y el primer material que tuvo para comenzar fueron los 40 tomos de la correspondencia de Bolívar, cedidos por Mutis, que ese mismo día Gabo metió en el baúl del carro para comenzar a escribir.
El general en su laberinto ocurre durante el recorrido del Libertador, despreciado y burlado, de Bogotá hacia la Costa. "Gabo observó que Bolívar, escritor compulsivo de cartas, tuvo un periodo de muy poca escritura durante esa travesía. En ese vacío epistolar, enmarcó su novela", recuerda Cobo Borda.
1989
Noticia de un secuestro
El Nobel les dedicó esta obra "a todos los colombianos inocentes y culpables con la esperanza de que nunca más nos suceda este libro". Porque Noticia de un secuestro fue un gran reportaje con todas sus normas, ceñido a la realidad colombiana. "Es, para comenzar, una apabullante lección de periodismo investigativo -comentó Enrique Santos Calderón, en su columna de EL TIEMPO, el 5 de mayo de 1996-.
Un reportaje, en su forma más perfecta y acabada en tres años de trabajo, sobre una de las etapas más tenebrosas de nuestra reciente historia. La del narcoterrorismo que desató Pablo Escobar, vista desde un episodio concreto: el secuestro de periodistas y personajes que a finales de 1990 realizó el Cartel de Medellín para presionar las condiciones de su entrega".
En los capítulos impares del libro, Gabo reconstruyó el secuestro vivido desde dentro, por las personas que lo vivían. En los pares, mostró lo que ocurría por fuera. Sobre esto, el autor explicó: "Siempre he creído que un escritor, novelista o periodista puede decir lo que quiera siempre que logre hacerlo creer. Si no se lo creen, ahí no vale ni la verdad. Por eso, la mejor estructura para esta historia es cómo sucedió en la vida: que no se sepa afuera lo que sucede adentro y que no se sepa adentro lo que sucedía afuera".
A dos meses de su publicación, Noticia de un secuestro había vendido más de 150 mil ejemplares en Colombia y los países del Pacto Andino. La crítica destacó la crudeza del libro. Fue muy fuerte la impresión que causó el frío retrato del presidente colombiano César Gaviria, que no cedía ante las presiones de los captores y parecía inconmovible ante el drama de los familiares de los secuestrados. "Nada ha caído tan explosivamente como el libro de García Márquez", escribió entonces Roberto Posada García-Peña 'D'Artagnan', acerca de la obra. "Este libro -agregó- es ante todo la demostración inequívoca y fehaciente de todo lo que Pablo Escobar hizo y deshizo, para evitar como fuera la extradición de nacionales a Estados Unidos, empezando por la de él mismo".
Vivir para contarla
No hubo antecedentes de un libro que saliera al mercado con tanta fuerza como las memorias del Nobel, en Colombia y otros países de América (e incluso de Europa). Hubo gente haciendo fila en las puertas de las librerías a la espera de que se diera la señal de comenzar las ventas, el 8 de octubre del 2002, a las 8 p.m., ni un minuto antes.
Las librerías hicieron el convenio de no vender antes de esa hora. Y se vendieron 15 mil ejemplares en la primera noche.
El libro había sido esperado por años. Ya en los 90, Gabo había dado una síntesis de su contenido: la narración de su juventud, en la que se encuentran pistas claras sobre los detalles que inspiraron sus cuentos y grandes novelas. Siempre lo anunció como el primero de una trilogía. El libro salió a la venta en el umbral de la celebración de los 20 años del Premio Nobel.
Los datos de otros países fueron sorprendentes. En España, los 300 mil ejemplares impresos por Mondadori se vendieron a un promedio de 30 mil ejemplares por día. En México, los primeros 50 mil libros no alcanzaron para la primera semana.
Los comentarios tempranos de Vivir para contarla anunciaban que no necesitaba de años, ni siquiera de meses para ser un clásico. Así lo dijo el escritor Álvaro Mutis, uno de los primeros en leer este libro.
El relato comienza con la partida del joven aspirante a escritor, de entonces 23 años, hacia Aracataca, su lugar de nacimiento. Va a acompañar a su madre a vender la casa de sus abuelos. El lector va comprendiendo por qué ese viaje fue definitivo en la literatura garciamarquiana y va encontrando las bases reales que sirvieron de alimento para las inolvidables imágenes de Cien años de Soledad, El amor en los tiempos del cólera, Crónica de una muerte anunciada y, en general, todas sus otras obras.
Las memorias marcaron un antes y un después en el mercado editorial estadounidense. Antes de traducirlo al inglés, su editor -Alfred A. Knopf- lanzó el libro en español y vendió 50 mil ejemplares en menos de dos meses y sin esfuerzo promocional. Posteriormente, en noviembre del 2003, Living to tell the tale salió a la venta para los lectores angloparlantes (la traducción fue de Edith Grossman).
Al contrario de la crítica de habla francesa, el balance de los especialistas angloparlantes, fue positivo: "Nos recuerda que lo que parece fantástico en Cien años de soledad -escribirá Brent Staples en el Book Review, del diario New York Times- es de hecho una razonable descripción de Colombia, donde los fantasmas son todavía el centro de la vida diaria".
Por su parte, Richard Lacayo, de Times, escribió: "Después de todo, este es solo otro de los libros de memorias. Pero García Márquez tiene el poder para descubrir todo tipo de verdades que perduran en los bancos de su memoria, que lo han hecho uno de los escritores vivos más populares".
Posteriormente, el libro de Gabo fue llevado al hebreo, con el título de Jai Vemesaper, impulsado por los resultados de una encuesta entre los lectores israelíes que eligieron al autor como uno de los preferidos por ellos.
REDACCIÓN EL TIEMPO