Eduardo Aninat, ex ministro de Hacienda de Chile no es un fanático de las políticas económicas de la oferta. Su curriculum vitae incluye cinco años en el gobierno de centroizquierda del presidente demócrata cristiano Eduardo Frei (1994-2000) y luego un período como subdirector gerente del Fondo Monetario Internacional. Sin embargo, el ex funcionario está preocupado de que el plan del gobierno de la recién asumida Michelle Bachelet para elevar drásticamente los impuestos sobre el capital perjudique el crecimiento y el desarrollo de Chile.
Aninat dice que Bachelet debería instruir a su equipo para que tenga una "discusión a fondo" sobre el asunto. No obstante, el gobierno y su coalición Nueva Mayoría, que controla las dos cámaras del Congreso, dicen que de ninguna manera. Ellos ganaron las elecciones. Ellos dictarán la ley.
Ahora, Bachelet y sus compinches en el Congreso están enviando señales de un cambio en las reglas de juego que sugiere un regreso a la polarización política de comienzos de los años 70. Cuesta evitar la conclusión de que ven sus mayorías legislativas como la oportunidad de finalmente embutir el sueño utópico del presidente Salvador Allende en la garganta colectiva de Chile.
El senador Jaime Quintana, vocero de la Nueva Mayoría en la cámara alta, dijo prácticamente eso en marzo, cuando la oposición se quejó de que la coalición gobernante estaba pasando la "aplanadora" en el Congreso. "Nosotros no vamos a pasar una aplanadora", dijo Quintana. "Vamos a poner aquí una retroexcavadora, porque hay que destruir los cimientos anquilosados del modelo neoliberal de la dictadura".
Bachelet ganó la segunda vuelta electoral con más de 60% de los votos y sus aliados de la izquierda creen que tiene un mandato para desmantelar la economía de mercado. Sin embargo, incluso con un mayoría de 67 a 49 escaños en la cámara baja y de 19 a 16 en el Senado, no será fácil. La mandataria no alcanza a tener las mayorías absolutas en el Congreso que necesita para reformar la Constitución y poner al Estado en el centro de la economía.
Aun así, podría sacudir el mercado. La reforma tributaria que ha enviado al Congreso eleva la tasa impositiva de las empresas de 20% a 35%. Tal vez aún más perjudicial, elimina el Fondo de Utilidades Tributarias (FUT), que permite a las empresas retrasar el pago de impuestos sobre las ganancias si éstas son reinvertidas en lugar de retiradas. El FUT ha suministrado buena parte del capital que alimentó el rápido crecimiento de Chile en las últimas tres décadas.